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jueves, 14 de junio de 2012

VIOLACIÓN, EL CRIMEN SILENCIADO

Sucede con frecuencia en el hogar, y ocurre también en el trabajo y en la calle. En muchos casos, el agresor es un familiar o una figura de autoridad. La violación sexual deja profundas secuelas físicas y psicológicas. Las estadísticas podrían ser mucho más dramáticas de lo que ya son. Pero el sistema provoca que las víctimas guarden silencio y no reciban apoyo y, mucho menos justicia.



Magalí Fuentes –por ser menor de edad, se utiliza un nombre ficticio–, tenía 16 años cuando salió de su casa, en la colonia Villa Hermosa, San Miguel Petapa, como había hecho en tantas otras ocasiones, y se dirigió a la librería para comprar las hojas que necesitaba para su tarea escolar, sin saber que una mirada seguía cada uno de sus movimientos.

Cuando un hombre, de unos 50 años la detuvo a media calle, y le dijo que su tía –quien padecía de hiperglucemia––  había sufrido un desmayo, jamás tuvo motivo alguno para sospechar de él, ya que era un conocido de la familia que ayudaba al pastor de la iglesia evangélica a la que la adolescente asistía cada domingo con su familia.

Le dijo que la conduciría a Ciudad Real, donde supuestamente habían llevado a su tía, pero al llegar al lugar no había nadie, sólo una casa vacía. Cuando se dio cuenta de que había sido engañada, era demasiado tarde.

Empujándola con fuerza, el hombre la metió en la casa, cerró la puerta, echó llave para que no pudiera escapar, y le advirtió que si gritaba la mataría a ella y a toda su familia. Con movimientos bruscos comenzó a desnudar el cuerpo delgado y tembloroso de la muchacha y la violó.

Bajo la amenaza de que si hablaba, ella y su familia pagarían el precio, Magalí regresó a su casa y se encerró en su habitación sin decirle una palabra a su madre. Ir a la iglesia, los domingos, se convirtió en un suplicio. “Siempre que íbamos a la iglesia se me quedaba viendo con una mirada fea… Me acosaba, me decía cosas feas”, recuerda la joven. Habla en voz baja, a veces apenas audible, pero se mantiene serena.

Con el paso de las semanas, su madre y su tía comenzaron a notar que Magalí ya no era la misma. La joven se había vuelto huraña y taciturna, era reacia a salir de la casa por temor a encontrarse con aquel hombre.

Después de varios meses y con signos visibles de embarazo, fue imposible seguir ocultando lo que había sucedido. Su madre nunca ha dejado de apoyarla, pero en la escuela –a pesar de haber sido una estudiante modelo– le dijeron que no podía regresar hasta que hubiera dado a luz.

En junio de 2011, seis meses después de que Magalí tuviera a Sergio (nombre ficticio) –un niño de un año y medio que rebosa energía– la joven acudió al Ministerio Público (MP), acompañada por su madre, para interponer una denuncia contra el presunto agresor.


NOTA COMPLETA CLIC AQUÍ: PlazaPública

Por: Louisa Reynolds
Fotografia: Sandra Sebastian

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